19 marzo 2018

Muñeca que eligió conducir, de la automotriz Audi

Francisco Peña.

Esta ocasión abordamos un “comercial” que, en realidad, es una campaña de igualdad de género. Su patrocinador es la marca automotriz Audi.



“La muñeca que eligió conducir” es una animación 3D que, hábil, sutil e inteligentemente desmonta los rasgos tradicionales de lo “femenino” y lo “masculino” que impone la estructura social a mujeres y hombres. Hábil, sutil e inteligentemente propone que las cosas pueden ser -y serán- mejor.

La narración ocurre justo en uno de los momentos donde se introyectan con más profundidad esos rasgos tradicionales: en la infancia y por medio del juego. Para niñas y niños los juguetes no sólo son vehículo de distracción y entretenimiento, no sólo intervienen en su tiempo libre; son objetos culturales y sociales por medio de los cuáles niñas y niños aprenden reglas, límites; los juguetes son medios para sociabilizar, para entender, para relacionarse con la comunidad.


En esta estructura de relaciones niña/niño/juguetes con enfoque de género intervienen muchas aristas en el corto. No se trata sólo de invertir los roles de “femenino” / “masculino” en una lectura superficial: la animación va mucho más allá y se conecta con realidades que ya existen donde ya hay rasgos más difusos, pero que la rígida repartición ideológica de actividades entre los géneros no subraya, ignora o combate… en el mundo del juego, en el mundo de los juguetes, en el mundo de las niñas y niños.

Las generaciones actuales no saben que décadas atrás existía esa separación de roles pero NO tan marcada. Si existía, pero no se subrayaba semióticamente. A mediados de la segunda parte del siglo XX, los fabricantes estadounidenses de juguetes decidieron no sólo estandarizar los productos masivos sino ampliar su mercado con nuevas líneas de productos: hacer que los niños jugaran con “muñecos” y que las niñas jugaran con “coches”.



La producción mundial de juguetes siguió esta imposición ideológica estadounidense: la división rosa/azul y la mezcla niño/muñecos y niña/autos. Se expresó, por ejemplo, en las líneas masculinas de muñecos como GI Joe y la primera serie mercantil de Star Wars en los 70; en las líneas femeninas de Barbie y anexas donde las casas de muñecas empezaron a incluir coches, vehículos y autos eléctricos para niñas en lugar de, por ejemplo, triciclos..

En México, las líneas tradicionales de juguetes encabezadas por Lily Ledi y Mi Alegría fueron rebasadas y perdieron mercado (tenían la división de pelucas y zapatillas de plástico para niñas y juegos de química para niños). Los juguetes artesanales de madera o metal se volvieron “para pobres” y dejaron de usarse por las clases medias, que le entraron con entusiasmo a la producción de juguetes de marca guiadas por una fuerte mercadotecnia publicitaria. No sólo en México… en Inglaterra cayó el consumo y la exportación de un juguete legendario: Mecano. En todo el mundo los yoyos perdieron terreno.



Ya en el contexto mercadológico actual, el corto “La muñeca que eligió conducir” -realizado con un ritmo impresionante y una animación 3D excelente- abre en una tienda en época navideña. Las luces se apagan y sólo quedan dos secciones iluminadas, separadas por colores. La rosa tiene los juguetes para niñas y la azul para niños, como marcan las reglas de la gran mayoría de fabricantes. Ya desde los colores hay una separación de géneros que adjudica desde los juguetes ciertos rasgos de personalidad separados para niñas y niños: percepción del mundo, lugar social, actividades, acciones y comportamientos. Son manifestaciones de una ideología estadounidense de sectores tradicionalistas vehiculada en los juguetes.

Es el planteamiento que recoge el corto en su inicio y que va a visibilizar y fracturar en su desarrollo. Al apagarse las luces, los juguetes despiertan (Cri Cri debería cobrar regalías por la idea). La toma en la Zona Rosa muestra a cuatro muñecas. Tres siguen con sus actividades y roles “femeninos” sin interrupción: una se maquilla en su tocador, la bailarina baila, la madre joven empuja la carreola. Sólo la cuarta, en su carroza de princesa da señales de impaciencia porque NO se mueve. Está tan molesta que se baja mientras -un corte interesante- las otras tres la voltean a ver. Patea una rueda, que se desprende, cae y rueda hasta la Zona Azul.



No todas las muñecas están conformes con los rasgos “femeninos” tradicionales: maternidad, belleza comercial codificada, un arte “femenino” como el ballet (los bailarines no son hombres, son gays o peor, “putos” – film Billy Elliot). La cuarta quiere que el vehículo se mueva, Se trata de Nicole, la princesa. Está impaciente y no ser conforma con el rol pasivo de “princesa”.

La muñeca se emociona cuando ve que en el lado azul están todos los vehículos y toma la primera decisión de viraje: pasar a la Zona Azul. Toma una serie de luces navideñas y aterriza en la parte azul. Allí todos los vehículos ofrecen sus servicios: carro de bomberos, excavadora, auto Fórmula 1, patrulla que le abre la puerta de la pasajera y, claro, el Audi azul R8 V10 Plus. Es notorio que ella prefiere el Audi deportivo al Fórmula 1 que es más veloz… el Audi sale con elegancia, acorde musical y faros delanteros (si, es la automotriz patrocinadora y el mensaje es para Niñas -y niños #HeForShe, ya verán al final-).



Viene el segundo viraje de género en el corto. El Audi le ofrece la puerta de la pasajera y Nicole con la mano izquierda dice que No y señala la parte de la conductora. El Audi no discute, corrige (es de sabios cambiar de opinión) y abre la puerta de la conductora. Ella entra.


Viene el tercer viraje de género: el empoderamiento de la protagonista. Se expresa en un montaje ajustado de cinco tomas:

1. Nicole cierra la puerta y tripula con decisión el coche como conductora. Hay que volver a ver el corto y ver el magnífico trabajo hecho en las reacciones y gestos del rostro de la protagonista.


2. Ajusta en un solo movimiento el espejo retrovisor.


3. Usa la palanca de velocidades.


4. Baja el coche al piso con maestría.


5. El Audi cae perfecto en la avenida que separa la zona rosa de la azul (mientras sus compañeras muñecas la ven sorprendidas desde la parte baja izquierda del encuadre). Toda la visualización está perfectamente planeada hasta el último detalle, lo que es una delicia para el ojo observador.


Nicole posiciona el retrovisor, mueve la palanca, arranca a todo lo que da el Audi.

En el viaje de la protagonista y su Audi por la avenida, lo que ella ve que sucede en las dos zonas muestra como en la esfera del juego, del esparcimiento y de los juguetes se difuminan los roles de lo “femenino” y “masculino” de la mercadotecnia estadounidense. Lo que “viven” los juguetes es que las cosas pueden ser de otra manera, y que las niñas y niños que juegan con ellos también pueden vivirlas de otra forma.

El recorrido va in crescendo en acciones, pero el ojo avisor no pierde detalle. Los virajes de rasgos de género se presentan en cascada. Lo primero que ve la muñeca son otras figuras femeninas que entran a un Fuerte del Viejo Oeste (juego masculino). Después mira una cascarita de futbol soccer: pero son otras muñecas las que juegan, no son muñecos. Si ellas son las hábiles jugadoras, en cambio los fanáticos que miran entusiastas la confrontación de disparos a la portería son indios piel roja que brincan como cualquier fanático en las gradas. Cuarto y quinto virajes.


Nicole disfruta el recorrido inicial (close up de ella conduciendo el Audi). Pasa enfrente de la Casa de Muñecas en la zona rosa… ¿y quiénes están de ese lado? Soldados de la zona azul que se pasaron al otro lado de la avenida. Es importante ver esta escena porque los soldados están junto a un asador de carnes y el último está sólo en una mesa disfrutando una taza de té. Ella toca el claxon y él responde saludando a la muñeca conductora. Sexto viraje.



Y aquí otra digresión (¡las digresiones son el Sol de la conversación, decía Laurence Sterne vía GCI!). Este sexto viraje de género con los soldados existe porque se relaciona con cierta visión tradicional estadounidense -de raíz protestante- que adjudica roles y rasgos a lo “femenino” y “masculino” más rígidos que las culturas mediterráneas católicas, las eslavas rusas o de Europa Oriental e incluso algunas asiáticas en Japón y China.

Es una ruptura que los soldados estén en la Casa de Muñecas con un asador o tomando té. Pero la realidad es que esa separación ideológica es sólo de una parte de la sociedad estadounidense.

Por ejemplo, en Uruguay, Argentina, Chile, México, Brasil, varios países iberoamericanos e incluido en Estados Unidos, en las reuniones familiares o amistosas los hombres parrilleros cocinan las carnes y las ofrecen a sus invitadas e invitados. La cocina, a lo largo del tiempo, no es un reino de las mujeres sino que se va compartiendo. Falta compartir el trabajo doméstico entre ambos géneros en partes equitativas.


Por el lado del té, la cultura inglesa, el samovar eslavo o las ceremonias del té en Japón y China marcan que hombres y mujeres pueden disfrutar de la infusión. No tienen que cruzar la avenida a la zona rosa, aunque aún falta que haya equidad en la preparación del té y, claro, en su cosecha y producción.


Pero no es lo que plantea el corto. La separación estadounidense es más rígida y los soldados u hombres de acción deben pasar a la casa rosa para disfrutar de un buen asado o un té negro o Earl Grey. Es un viraje en un contexto más local, que en algunas sociedades ya no es tan rígido o evidente, pero sigue siendo válido.

En la barrera de alto para que pase el tren se conjuntan dos virajes compactados (siete y ocho). La protagonista espera a que pase el tren (juego de niños). Sólo que el tren lo conduce una maquinista y llevan puras muñecas pasajeras. El pony rosa (para niñas) va en una patineta (juguete y deporte masculino). El guiño del pony no es gratuito.


El corto entra a las secuencias de acción automovilística. Al Audi se le empareja un coche de carreras rojo y blanco conducido por alguien que no presenta un género definido aunque podemos suponer “masculino”. La reacción de Nicole es seria y acepta el reto. Ambos autos salen disparados en una carrera vertiginosa.


Después de que aparece el personaje del paracaidista que sigue la carrera desde el aire, la cámara corta a las expresiones. El conductor del auto rojo voltea a verla, ella ve a su contrincante con un gesto de decisión y concentración en el reto. El rojo entra en el loop y la escena termina con un detalle de comedia: el paracaidista choca con el árbol de Navidad y una esfera se desprende.

No hay virajes en la escena porque Nicole se ha empoderado: es la conductora del auto y por el loop gana la carrera,

Pero ahora enfrenta el peligro de la esfera. Esta secuencia es un desarrollo del tercer viraje. Ella conduce, sí; pero tiene que demostrar su habilidad como pilota en riesgo por la esfera. No sólo basta conducir el Audi por la avenida, ahora debe esquivar la esfera con una conducción experta. Debe demostrar su habilidad, su mérito. Y lo hace.

Con la esfera pegada, la conductora acelera al máximo pero no basta. Hace una maniobra de quiebre y esquiva la esfera, que se estrella contra pinos de boliche y los derriba. La protagonista frena y suelta un “¡Ufff!”. Es el momento en que interviene la “realidad” del universo narrativo. Las luces de la tienda se encienden. Van a abrir.


Nicole gira el Audi y trata de regresar mientras la persiguen las luces. Su amigo soldado High Tech apenas alcanza a regresar a su caja cuando la luz “real” lo paraliza. Todos se vuelven juguetes fijos… y justo a la altura de su lugar y del auto la luz la alcanza y el auto se detiene. La música cambia a violines e interviene el altavoz de la tienda. Los seres humanos entran en escena.

Es la parte con diálogo, que importa porque viene el mensaje de #CambiemosElJuego.

Chico en la primera adolescencia: Mamá, quiero esto (recoge el Audi y lo enseña).
Mamá: Pero cariño, esto no va junto, ¿no? (La madre abre la puerta del coche y deposita a la muñeca junto a la carroza rosa. Todo seguirá igual).


No es tan paradójico que la madre insista en la división lúdica de género. Se sabe que dentro de los mecanismos de reproducción del machismo, algunas partes se reproducen vía las madres. Sin embargo, el comercial no insiste porque le interesa más el cambio positivo, el del chico adolescente.

El narrador omnisciente (que tiene conocimiento de todo lo que ocurre dentro del universo de la narración) interviene desde el exterior y coloca un título con fondo negro y letras blancas: es el mensaje claro que quiere comunicar el corto. “Jugar, como conducir, no debería entender de género”.

El mensaje es para niñas, niños, adolescentes y, claro, para adultos. Las personas adultas que ya conducen autos, en especial las mujeres, saben que hoy tienen libertad para conducir en el mundo occidental (no así en los países islámicos donde han tenido que vencer restricciones de raíz religiosa). Pueden entender la comparación: la misma libertad de que se goza para conducir un coche siendo adulta o adulto debería extenderse a la parte lúdica de la niñez y adolescencia: jugar con lo que se desea y armar la propia fantasía en el momento de jugar a solas o en compañía.

El siguiente cuadro muestra al chico adolescente que, después de ver de reojo a su madre, con una sonrisa toma a Nicole del estante y se la lleva (quiere que conduzca el Audi). De nuevo el narrador omniscente interviene con voz en over del locutor que hace la propuesta positiva a la audiencia para remarcar la acción del adolescente: “¿Y si está Navidad cambiamos el juego?”.


Es tan sencillo como darle libertad a niñas, niños y adolescentes a que escojan sus juguetes de acuerdo a sus deseos.

De nuevo un recuadro negro con letras blancas cierra el mensaje del corto con el hashtag #CambiemosElJuego

La siguiente imagen es la firma final de Audi que muestra su logo sobre el fondo del árbol de navidad de la tienda de juguetes.

Todo el corto de Nicole y Audi se inscribe en una visión social donde el juego es una actividad primaria y esencial en la formación del ser humano, tanto para niñas como para niños. La revaloración filosófica del juego, que se sabía socialmente importante pero que con el paso de la edad caía en el olvido adulto, se da a partir de la publicación del libro “Homo Ludens” (1938), del holandés Johan Huizinga. El libro es relevante porque encuadra la importante función social del juego en muchas áreas como el deporte, la guerra y la poesía entre otros.


A partir de este punto, desde distintas aristas se ha analizado al juego y a los juguetes. Incluso, es tanta la importancia actual del juguete que, en determinadas sociedades teocráticas se le ha dado un giro religioso-ideológico. En Occidente es de todas y todos conocido el caso de la evolución de la muñeca Barbie que, de ser el estereotipo aspiracional perfecto de la mujer rubia estadounidense, pasó a tener variaciones en tamaño, talla, piel, actividades, en un intento de la marca Mattel por actualizar su juguete en un mundo diverso y multicultural.



Por el contrario, en las sociedades islámicas se impulso una contraparte de Barbie: Fulla es la muñeca que acepta el rol religioso de madre de familia y formadora de los hijos, que viste adecuadamente de acuerdo con el canon religioso de cada sociedad (hijab, burka, etc) y sólo realiza actividades socialmente aceptadas.


En este contexto, el corto es innovador con sus virajes justificados de género que van contra la rígida predeterminación estadounidense de roles “femenino” y “masculino”. Cierto, Audi no es inocente, la marca automotriz propone que las niñas de hoy usarán Audi por el respeto que muestra el auto y la puerta que les abre para conducir. Pero, aunque la propuesta no es comercialmente inocente sí propone una alternativa real de género: mayor libertad de elección lúdica, que a futuro redundará en mayores opciones de vida para las adolescentes y mujeres jóvenes.


Aunque Audi no sólo se conforma con proponer a las niñas y las adolescentes nuevos roles en sus vidas (conducir es sólo el principio para romper el techo de cristal en su desarrollo, como lo señalan otras actividades en el corto). Llama también a los niños y los adolescentes a cambiar sus propios roles y plantearse nuevas masculinidades, que implican a su vez el respeto efectivo y apoyo real para que las jóvenes tomen sus propias decisiones y caminos.

Por lo tanto, el #CambiemosElJuego de Audi tiene alta resonancia social. Desde el juguete, el juego, lo lúdico se pueden construir nuevos roles en ambos géneros. Audi apuesta a que esos roles no serán antagónicos ni conflictivos porque, desde su niñez y adolescencia, mujeres y hombres aprenderán que son personas que pueden cumplir sus aspiraciones al respetar los derechos que les son comunes como seres humanos.

Todo durante 3 minutos y 9 segundos de excelente realización en 3D sobre “la muñeca que eligió conducir”.