21 diciembre 2016

Toy Story 3, de Lee Unkrich

Francisco Peña.


Toy Story 3: el gran escape llega a las pantallas con un taquillazo anunciado –y esperado-. De nuevo sus personajes se reencuentran con un público que los esperaba con avidez y, por lo que se ve, la película es un final digno de toda la saga, que espero no se alargue innecesariamente como ocurrió hace poco con Shrek que ya dio pena.

Y antes de sumergirme en las aguas profundas de los temas que toca la película, hay que decir que la cinta es encantadora, placentera y muy visible para chicos y grandes, con las virtudes de las cintas anteriores y un par de secuencias inolvidables para los adultos. Hay que verla sin reticencias.

Y ahora vamos a aguas más profundas…



En su estreno hace 15 años, Toy Story 1 se centraba en la adaptación de la vida personal y comunitaria al cambio –sobre todo inesperado– como moraleja para chicos y grandes, y valoraba la creatividad y la improvisación grupal vía los personajes-juguetes.

Toy Story 2 criticaba la preeminencia del valor de cambio de esos juguetes –y por lo tanto de las personas, que no valdrían por sí mismas- con base en un “coleccionista” de juguetes con Síndrome de Gollum que parece calcado de algún “filmópata sateluco”; en cambio, enaltecía su valor como fuente primaria de alegría de niños y adultos –y por lo tanto de las personas que aquí se propone que se les valore por sí mismas-.



Ahora, parece que Toy Story 3 cierra la saga con otros mensajes que se refieren al paso del tiempo, la edad, la muerte y el translado de la estafeta de la imaginación y la inocencia como valores humanos positivos de una generación a otra.

Claro que uno de los grandes logros y éxitos de toda la saga Toy Story ha sido, precisamente, plantear y contar cómicamente estos temas con formas ligeras pero inteligentes, profundas pero accesibles para chicos y grandes, en especial para l@s niñ@s que crecieron con Toy Story y hoy enfrentan nuevas responsabilidades al despuntar su vida adulta.


El paso del tiempo
Lo primero que plantea Toy Story 3 es el irrefrenable paso del tiempo, que se muestra con el hecho de que Andy creció (va a la universidad) y los juguetes pueden ser almacenados o tirados a la basura.


Incluso los juguetes mismos han “envejecido” (no están de moda) y deben adaptarse a su nueva condición, a su edad: almacenados en el ático como objetos aún apreciados (equivalente a seguir en el hogar familiar aunque desplazados), enviados a una guardería (equivalente a un asilo) o enviados a la basura (sinónimo de muerte definitiva). De hecho, algunos de los juguetes ya no están presentes (“murieron” o “se fueron al asilo”) y del grupo original sólo queda un grupo compacto…


La Edad
Woody, Buzz Lightyear, la vaquerita Jessie y el resto de los juguetes no son viejos ni ancianos, pero se asemejan a las personas a las que no les dan trabajo al solicitarlo después de los 50, 40 o hasta 35 años de edad. Es el caso de Ken, el ligue de Barbie, y hasta la misma Barbie, que también sufren un retiro prematuro junto con todos los demás.


Una de las virtudes de la trama de la cinta es que se enreda en acciones constantes, frenéticas, que mantienen siempre nuestra atención para presentar estas situaciones profundas. Por ejemplo, los equívocos cómicos entre el ático-desván y la guardería (asilo) donde finalmente creen encontrar el paraíso, el descubrimiento de que hay diferencias y mientras en una zona de la guardería son maltratados en otra amados (dos tipos de asilo existentes, ¿o no?) por la decisión de un juguete tiránico, resentido, que decide quién sí y quién no sobrevive (¿cómo burócrata de servicios de salud estatales y privados de atención para personas adultas mayores?).




Pero aunque Woody, Buzz, Jessie y los demás tienen “más edad” conservan los recursos de su experiencia y se defienden con las características que todos les re-conocemos en la saga: trabajo y valores en grupo, liderazgo humanista, creatividad e improvisación ante situaciones desconocidas.

Intermedio para guión y realización
La gran habilidad con la que está construido el guión de Toy Story 3 le permite a la película recuperar sus valores fílmicos, sello de toda la saga. El manejo de la animación 3D es impecable y se relaciona a la perfección con los encuadres y tiros de cámara, que fueron planeados para darnos todos los puntos de vista posibles dentro una gran variedad de ambientes, desde la guardería hasta el tiradero de basura.


Esa agilidad en las imágenes permite que las situaciones por las que atraviesan los personajes sean creíbles hasta el mínimo detalle.

Esto se puede ver en escenas de detalle como Ken probándose distintos vestuarios ante Barbie; toda la ropa está pasada de moda (tiempo, edad) y Ken se ve ridículo porque la viste como si fuera hoy y no acepta el paso del tiempo. Claro, Ken es el personaje del que más se burla la película (por algo será) mientras Barbie si se adapta a ese paso del tiempo, crece y madura (para ver que pasa con Ken y Barbie en la guardería vean la secuencia de los créditos finales, no dejen que en el cine al que vayan corten su proyección, exijan verlos para conocer el final verdadero de esta parte de la historia).



También se ve la calidad de la realización y la historia en secuencias largas como la fuga nocturna de los juguetes de la guardería, que es un homenaje nada velado a las cintas “de prisiones” y “fugas de la cárcel”. Aquí se renuevan las virtudes de toda la saga: mezcla y alternancia de géneros cinematográficos como suspenso, comedia, romance, drama, melodrama, etc., todo revestido de gags con ese barniz cómico que cubre las tres películas y es su sello.

Y aunque su trama es lineal, sencilla, accesible para tod@s, cada secuencia, cada ambiente de la película está revestido de detalles. En medio de la comedia y la diversión, todo el equipo creativo dirigido por Lee Unkrich, generó imágenes cuya densidad sobrepasa a nuestros ojos con una sencillez aparente que oculta su sorprendente complejidad.


En medio de todo este mundo complejo, los personajes deambulan fieles a sí mismos. Woody es aún el líder que se sobrepone a sus fracasos y se preocupa por todos, hasta enfrentar su decisión final, ¿con quién se queda?; Buzz pierde la memoria y sufre una regresión pero, ¿encontrará a cambio el amor?.

Sin embargo, realización, dirección, guión, personajes y situaciones desembocan en las dos secuencias por las que seguramente Toy Story 3 será recordada al parejo y con la misma calidad que sus dos hermanas anteriores…




La Muerte
Es el tema más difícil que aborda Toy Story 3 en toda su duración de 103 minutos.

La secuencia que expone el tema de La Muerte es, desde mi punto de vista, la mejor de toda la película. Luego de una secuencia previa de suspenso y grandes riesgos que los juguetes enfrentan con creatividad y trabajo de equipo, sus esfuerzos fallan y confrontan su destrucción final.

Dicha secuencia, muy clara para los adultos y muy cuidada para los niños (sin crueldad, horror o terror), los juguetes enfrentan el momento de su muerte. Los guionistas John Lasseter (director de Toy Story 1 y 2), Andrew Stanton (director de Wall-E), Michael Arndt (Little Miss Sunshine) y Lee Unkrich la presentan ante los ojos infantiles con una delicadeza y una ternura que asombra a la mente adulta. Muy pocas veces en el cine se ha presentado ante l@s niñ@s esta situación con tanta sensibilidad, frente a generaciones y generaciones infantiles traumadas, por ejemplo, con la muerte de la madre de Bambi.

Aquí los juguetes enfrentan la muerte con sentimientos, gestos y actitudes de hermandad que son capaces de arrancarle las lágrimas a l@s cinéfil@s más curtid@s. Es toda una lección de un cine que, siendo comercial, es capaz de tocar en un momento artístico la profundidad del alma humana ante el único hecho de la vida que es inevitable. Observen esta secuencia con atención si no los ha devorado antes la emoción.







Imaginación e inocencia pasan de una generación a otra como valores positivos
En otro punto diferente de Toy Story 3, está una secuencia importante donde los juguetes son estafetas que pasan de mano en mano para alimentar la inocencia y renovar la imaginación, de generación en generación.

Por un lado, los juguetes recuperan su esencia –y su propia felicidad existencial- al ser de nuevo objeto de cuidados y sonrisas infantiles: están “vivos” al participar en el mismo “juego” de siempre, pero siempre nuevo porque es “una primera vez” otra vez. Con este enfoque, l@s niñ@s “sienten” que hay una alternativa a los mundos virtuales-electrónicos prefabricados y con pocas variantes, que pueden animarse a “soñar despiert@s” con mundos propios, creativos, personales, inventados por ell@s mism@s y por nadie más.







Para los adultos está el momento “nostálgico” donde recuerdan cuando jugaron como niños por última vez, y se desprendieron de sus juguetes para adoptar sus responsabilidades adultas. Este sentimiento quizás sea más marcado en la generación que vio en su infancia Toy Story 1 y que hoy, 15 años después, alrededor de sus 25 años (cinco más o cinco menos no importa) sienten el paso del tiempo y sienten que son incapaces de revivir esos momentos.

Sin embargo, el mensaje emocional de Toy Story 3 para esa generación alrededor de los 25 años (+/- 5) y para todos los adultos más allá de los 30, es que esas situaciones volverán con la misma intensidad, magia, sueños y placer cuando “el juego” reviva al jugar con nuestr@s hij@s, con nuestr@s niet@s. Así, la satisfacción de los personajes se extiende al público: de nuevo ellos serán juguetes, nosotr@s serem@s niñ@s... Así lo plantea esta disfrutable película de Disney y, sobre todo, PIXAR