24 diciembre 2016

Pasión / Szenvedely, de György Fehér

Francisco Peña.


“Pasión / Szenvedély” es la cinta representante del cine húngaro en la XXXIII Muestra Internacional de Cine. Dirigida por György Fehér, esta cinta se percibe como un retroceso en la cinematografía de Hungría: una pariente pobre y desangelada que desperdicia la herencia visual de las brillantes películas de los directores Miklós Janscó e Istvan Szabo de los años 70 y 80.

Basada en la novela “El cartero llama dos veces”, de James M. Cain, la película literalmente se arrastra a lo largo de 128 eternos minutos y se convierte en la peor de las cinco cintas que se han hecho del texto. Si se quieren ver otras recreaciones, es mejor referirse a “Ossessione”, de Luchino Visconti, o a la versión donde actuó Lana Turner, e inclusive una más moderna con la participación de Jack Nicholson y Jessica Lange. Eso salvaría la lectura de una novela que ha dado más al cine mundial de lo que muestra esta cinta húngara.



El motivo de no aceptar de buen grado la película de Fehér es la elección de estilo visual-narrativo que adoptó el director. La cinta, en blanco y negro, abre con un largo plano secuencia en la casa donde ocurre el triángulo amoroso. Esta escena da el perfil de lo que es toda la cinta: movimientos de actores parcos, cámara que no se decide a participar o a observar las acciones de los personajes, actuaciones secas y sin matices, largas pausas sin que ocurra nada entre estos elementos.

En un principio, el hecho de que Fehér exponga las relaciones entre sus personajes casi sin diálogo y sólo con movimiento escénico y el uso del tango atrae la atención inicial y crea expectativa. Se delínean el carácter de cada una de las partes del triángulo y sus relaciones: el marido dominante y prepotente, con uso dictatorial de su poder sobre los otros dos personajes; el amante inseguro, con rasgos de indecisión y cobardía; la esposa que busca seguridad material y a la vez con los sentimientos totalmente reprimidos. La cámara a veces es testigo inmóvil y en otras avanza inesperadamente como otro participante, en planos secuencia que narran el vacío.


Estos elementos se repiten una y otra vez a lo largo de los núcleos de la historia y permanecen dentro de la pauta mencionada. De esta forma, la “Pasión” que intitula la película no aparece por ninguna parte como emoción. Esa pasión que debe mover a los personajes, que debe manifestarse dentro de la atmósfera irrespirable de la casa, y que debe ser el motivo del crimen y de la posterior traición de los amantes, no tiene cabida dentro del estilo narrativo que Fehér escogió.

Así, la película transcurre a lo largo de los puntos fuertes de la narración sin marcar diferencias: el intento de asesinato, la venganza del marido, el asesinato real, la violación de la esposa por parte del amante, los distintos interrogatorios, ocurren dentro del mismo rango emocional y estilístico. El diálogo parco y seco no hace más que añadir arena al desierto narrativo. El triángulo amoroso que sostiene toda la trama aparece como carente de sentimientos y se desploma ante el aburrimiento e incredulidad del público.


La expectativa que crea la primera escena en el espectador nunca es satisfecha. Las explosiones de violencia son previsibles y anodinas. No hay variantes, aún dentro del estilo seleccionado, que atraigan la atención, que den idea de la supuesta tensión en la que viven los personajes. Poner cara de palo e intercambiar miradas no es suficiente para indicar el amasiato, mirar como villano de cine mudo no hace al esposo una figura amenazante y despótica. No hay pues, suficientes señales para creer que este drama pasional tenga que desembocar en un asesinato como única solución posible.

En síntesis, todo lo que ocurre dentro de los planos secuencia con los que se expresa esta cinta no hacen surgir la tensión que se podía esperar. No contienen los elementos para hacer avanzar la historia sin tropiezos. Ni siquiera el trabajo de fotografía, lo único admirable en esta cinta, logra combinarse para crear una obra cinematográfica de excelencia.


Dentro de la escuela húngara de Janscó y Szabo, que recurrían a esta forma narrativa del plano secuencia, siempre había un juego de relaciones dentro de los elementos contenidos en la pantalla. Algo siempre se movía –incluida la misma cámara- que modificaba las relaciones entre los elementos e indicaba los cambios en la narración. Estos cambios internos que captaba la cámara o de los cuales formaba parte creaban una verdadera sinfonía visual de gran calidad artística.

Fehér fracasa en su transvasamiento de la novela porque su estilo no transmite nada al espectador y todo se vuelve estéril. No cohesiona los elementos que Janscó y Szabo usaban con maestría para dar lustre y renombre al cine húngaro. Varios de los rasgos estilísticos que Fehér no logra cohesionar han sido usados artísticamente en el pasado con éxito; el problema no está en los elementos separados sino en la unión que intentó Fehér.


Este cine de elementos reducidos al máximo se usó, por lo menos, desde los 50. Toda una generación de críticos mexicanos tuvo que usar adjetivos como riguroso, contenido, sobrio, parco, para enfrentarlo y entenderlo.

Siempre me he preguntado que quieren decir estos críticos con la palabra “rigor” dentro de una estética cinematográfica. La aplican a cintas de chile, de limón y de manteca, pero cuya constante es el aburrimiento en aras de que el hecho de que no pase nada es “artístico”. Así pues, equiparan el “rigor” de un director con el “rigor mortis” de una cinta aburrida. Pero eso sí, que bonito nos entendemos entre nosotros, los únicos iniciados capaces de sacar “arte” de una mala cinta. ¡Brujos! ¡Que bueno que son nuestro oráculo de Delfos que nos sacan de la ignorancia fílmica!



Por lo tanto, en estas fechas, no sería raro que varios de ellos o sus discípulos actuales traten a esta película como una obra de arte, e intenten cubrir el aburrimiento del espectador y lo malo de la cinta con los mismos adjetivos considerados como algo óptimo en cine. Dirán que la cinta es un acierto porque “está hecha con “RIGOR”, “sobria”, “parca”, “contenida”. Allá ellos y quienes los leen, porque les esperan 128 minutos de desierto narrativo. En la butaca sólo quedará añorar la más mala de las cintas de Janscó o Szabo y volver a verla en la pantalla personal de la memoria.

PASION / SZENVEDELY. Hungría. PRODUCCION: MTV-Srabadsag, Budapest Filmstudio, Jolán Arvai, Ferenc Kardos, Eva Schulze. DIRECCION: György Fehér. GUION: Béla Tarr y György Fehér, basada en la novela “The Postman always rings twice / El cartero llama dos veces”, de James M. Cain. AÑO: 1998. FOTOGRAFIA EN BLANCO Y NEGRO: Miklós Gurbán y Tibor Máthé. Edición: Mária Czeilik y Eva Szentandrási. INTERPRETES: Ildikó Bánsági (la esposa), János Derzsi (amante-asistente), Djoko Rossich (marido-jefe). DURACION: 128 minutos. DISTRIBUCION: Cineteca Nacional.

Participación en Festivales: Cannes, Francia, 1998: Toronto, Canadá, 1998.

PREMIOS: Semana de Cine Húngaro, Hungría: Premio principal; Dirección: Fotografía (Miklós Gorbán); Actriz (Ildikó Bánsági); Actor (Djoko rossich y János Derzsi); Premio Gene Moskowitz de la Crítica Extranjera.