11 diciembre 2016

Juana la Loca, de Vicente Aranda

Francisco Peña.

Loca porque te quiero hasta la locura.


Juana la Loca es una película del tipo llamado cine de aliento, que se quiere de arte por el hecho de tocar un tema histórico, y por realizarse con todos los recursos cinematográficos y financieros para tal efecto.

Esta película de prestigio fue puntal de la industria española en los pasados Goya españoles. Su director desató una fuerte polémica al no ser premiada, y la enderezó contra la obra de Alejandro Amenábar, ya que Los Otros parecía demasiado una cinta estadounidense para que le entregaran el galardón español.

El hecho es que los premios Goya se repartieron con justicia. ¿Por qué?

Porque la cinta de Vicente Aranda es como una caja bien envuelta, pero que hay que rascar hasta el fondo para encontrar la única y magnífica joya que envuelve: la actriz Pilar López de Ayala.



Juana la Loca no es una biografía sino un melodrama de fondo histórico. Toma al personaje femenino y va recorriendo los acontecimientos históricos pero haciendo énfasis en la parte privada del personaje. Con esta perspectiva no se trata de una cinta histórica sino que observa la vida emocional de Juana y su rejuego con las circunstancias.

La cinta tiene un narrador en off que marca para el público los años de los acontecimientos históricos, que comienzan en 1496 con su viaje a Flandes para casarse con el príncipe Felipe, de la casa de los Habsburgo.

De entrada, Aranda marca el perímetro en el cual se desarrolla su cinta. La conversación entre Isabel la Católica y su hija Juana, en el camarote del barco, presenta la proporción de la mezcla entre historia e intimidad de los personajes.


Isabel explica las necesidades de Estado que guían el casamiento; Juana está más preocupada por el hecho de si amará a su futuro esposo. La escena se inclina al sentimiento y no al factor político.

Esto se confirma en la escena del encuentro entre Felipe y Juana. Ella lee una carta de corte diplomático sobre la alianza de los reinos; inmediatamente después Felipe se despide de los presentes, carga a Juana en brazos y se va para hacerle el amor una semana, antes del matrimonio oficial.

Finalmente, el enfoque sobre el carácter y las emociones de Juana quedan sellados por la escena después del coito. Juana se enamora de Felipe, y queda marcada por un deseo sexual constante por su marido.


La cinta señala el paso del tiempo y el hecho de que, a la muerte de los otros herederos de la corona, Juana se convierta en la reina propietaria de Castilla (Aragón siguió en manos del Rey Fernando, su padre).

En medio de la recreación a detalle de su vida en Flandes, con bailes y cacerías, va surgiendo el problema entre Felipe y Juana. Se anota el carácter mujeriego del príncipe y los celos cada vez más incontrolables de Juana. También, en medio de la excelente reconstrucción histórica de fondo de la cinta, se anota el nacimiento de Carlos I de España y V de Alemania,


La cronología del personaje se desplaza a una de las secuencias mejor logradas de la cinta. Juana se entera de la muerte de su madre, del hecho de que es la Reina de Castilla, y también de que Felipe le es infiel con una de sus propias damas.

El resultado es una brillante secuencia donde Juana sale al patio del castillo y grita que su madre ha muerto, que su esposo la engaña y que está loca. La escena tiene fuerza en pantalla por el extraordinario trabajo actoral de la española Pilar López de Ayala. Se nota la mimetización entre actriz y personaje. Sin Pilar sería imposible tener a Juana; sin Juana la película sería totalmente aburrida.


Juana la Loca es un film con algunas secuencias excelentes que dependen exclusivamente del magnífico trabajo de su actriz principal. El resto de la cinta es académica, lenta y sin chispa. Son pues dos horas de altibajos muy marcados porque no se puede depender todo el tiempo de la presencia de una sola actriz, por más buena que esta sea.

Va otro ejemplo de lo ya señalado:

Felipe se enamora de la morisca Aixa, que se convierte en dama de honor de Juana. La escena del primer encuentro sexual entre Felipe y Aixa (Manuela Arcuri) carece de fuerza aunque no de cierto erotismo. Ninguno de los dos personajes plasma pasión en la pantalla aunque el guión marca una desbordante atracción; tampoco el embrujamiento del príncipe hace eco en el espectador.


En cambio, basta una pequeña escena de Juana para que Pilar López de Ayala le imprima su vitalidad a la imagen. Un ejemplo pequeño es cuando ve a Felipe con una de sus amantes, que huye. Ella se acerca y husmea la cama para sentir el olor de la mujer y poder identificarla después.

De esta forma, Juana la Loca está partida en dos. Lo mejor son las secuencias donde aparece Pilar, lo peor es cuando ella no está a cuadro.



Por lo tanto, toda la conjura política para declarar loca a Juana y quitarle la corona de Castilla raya en lo aburrido, retórico y vacío. Estas escenas son insoportablemente lentas, no creíbles, con actuaciones de cartón y muy heladas.

Ninguno de los personajes, y mucho menos Daniele Liotti como Felipe el Hermoso, es capaz de mostrar cualquier tipo de emoción creíble. La ambición política, la pasión, la traición, la conspiración están marcadas por unos diálogos mal actuados; pero aunque se les menciona en el texto nunca se sienten en la película.

Pero en la secuencia final en las Cortes, donde Juana irrumpe y se defiende sola, se marca una confrontación no sólo entre personajes sino entre los elementos que conforman la película misma. Toda la frialdad y retórica visual de la cinta se derrite ante Pilar – Juana.


La misma sensación se despierta cuando se enfrentan Juana y Aixa por el amor de Felipe. La habilidad actoral de Pilar López de Ayala rebasa con mucho la presencia visual de la más bella Manuela Arcuri. No es un duelo actoral en el mismo terreno: Pilar – Juana se lleva de calle a su “contrincante”.

Es pues la actriz Pilar la que hace verosímil a Juana, y de paso hace soportables las dos horas de la película.

Por eso es inexplicable que Vicente Aranda no haya notado la disparidad en la realización de su cinta, y por supuesto que hace injustificables sus declaraciones contra Amenábar. Juana la Loca no merecía el Goya a la Mejor Película; pero nadie podía arrebatarle a Pilar López de Ayala el Goya a la Mejor Actriz.


Si Juana la Loca es recordada a futuro no será como la mejor cinta de Aranda, sino porque en ella surge internacionalmente una actriz a la cual hay que seguirle la pinta de ahora en adelante. Se llama –de nuevo una vez más- Pilar López de Ayala.