03 julio 2016

Reencarnación / Birth, de Jonathan Glazer

Francisco Peña.


Este es el segundo film del realizador Jonathan Glazer. De él ya se exhibió en México en 2001 su cinta extraordinaria Sexy Beast, que se anexó como última película en la XXXVIII Muestra Internacional de Cine, fuera del programa original ya impreso.



Birth / Reencarnación combina los elementos cinematográficos con maestría, de los cuales caben destacar los actores y su trabajo, el guión, la fotografía, la puesta en escena donde la cámara es determinante, los encuadres en close up, y una edición pausada con momentos de ruptura rítmica.

El reparto está muy bien balanceado, como en pocas cintas de origen norteamericano. Aquí se cuida hasta el último detalle. Aunque todos los personajes están representados muy bien por sus actores, los pivotes femeninos son esenciales. Destacan Anna / Nicole Kidman, Anne Heche y la extraordinaria Lauren Bacall, la viuda de Humphrey Bogart y la última gran actriz activa en pantalla de la Edad de Oro de Hollywood.


Antes de abordar el film Birth / Reencarnación, creo que el resultado no hubiera tenido la misma calidad sin estos cuatro actores. Ellos son los que logran darle una credibilidad, una verosimilitud, al planteamiento narrativo en que se basa la cinta: la posibilidad de la reencarnación, de la que hablaré más adelante como eje de la historia.

Kidman es de las pocas mujeres que logran el equilibrio entre ser estrella y una magnífica actriz madura. La sinergía Nicole Kidman-Anna es determinante para que la película funcione artísticamente, aunque es probable que en taquilla no obtenga mucho dinero. Precisamente porque Nicole Kidman es la que aporta densidad al personaje y sus altibajos emocionales, es que Anna es creible y, a través de dicha sinergía, la película también, al grado de involucrar con intensidad al espectador.


Anne Heche aparece con un personaje secundario, pero en una sola escena dramática es quien devela la verdad al espectador. Allí es donde Heche muestra, que en manos de un buen director, puede desplegar toda su capacidad histriónica.

Finalmente hay que citar la presencia de Lauren Bacall. Su presencia llena la pantalla en un papel de poca duración, pero a través de su personaje se ve una maestría actoral que fluye de manera tan natural que sorprende. Sólo hay que recordar que su carrera comienzó cuando tenía 20 años de edad, con Bogart, en To Have and Have Not (1944).

El argumento se puede resumir con facilidad; lo que es difícil de precisar es la emoción, la especulación y la tensión que sufre el espectador. Para hablar de lo mismo sólo hay una solución para el cinéfilo: ver el film, vivirlo y pensarlo.


Anna es una mujer devastada por la muerte de su esposo Sean. Le guarda luto por diez años después de su muerte hasta que decide casarse por segunda vez, con Joseph.

Aparece un niño de 10 años llamado Sean también y que, de la noche a la mañana, ante sus padres y la azorada familia de Anna, dice ser la reencarnación de Sean, el esposo adulto de Anna.

El resto de la cinta gira alrededor de las reacciones de los personajes ante la posibilidad de que Sean niño si sea la reencarnación de Sean adulto. El chico se desenvuelve con una seriedad y una seguridad que desquebraja la confianza de los adultos y los pone en duda. La primera víctima de la situación es Anna (Kidman) y su futuro esposo Joseph. Los personajes se dividen emocional y racionalmente en dos facciones: los que creen (y quieren creer) en Sean niño, los que no creen y aseveran que todo es una mentira.

Pero Sean niño demuestra repetidas veces una capacidad extraordinaria para saber detalles de la vida de Anna, de su "anterior vida" propia, y detalles de los otros personajes. Anna no puede deshacerse de su presencia, hechizada por la posibilidad de que sea su viejo amor. Joseph resiente la competencia, su posible derrota y muestra sus celos. Los otros se mantienen su posición de observadores impotentes de un posible fenómeno de reencarnación.


Jonathan Glazer se apoya en dos columnas para impactar al cinéfilo con esta trama. Con la premisa de que el espectador se interesa por el tema de la reencarnación, primero se basa en un guión escrito con precisión y delicadeza. Luego se apoya en una puesta en escena y en cámara deslumbrante. Va de actuaciones contenidas basadas en el cuerpo y el rostro de los actores, a diálogos normales que cobran significado luego de largos períodos de silencio. Pasa por una cámara que se mueve con maestría y que aporta el movimiento cuando los personajes meditan o sufren cambios emocionales; precisamente en esos momentos dramáticos de quietud, la cámara encuadra a los personajes llenando la pantalla con sus rostros. La cara como espejo del alma.

Así se construyen escenas clave de la película que marcan su excelente densidad artística:

- El primer encuentro de Sean con Anna y su familia, donde su seguridad crea fracturas evidentes en los adultos. Anna no sabe como reaccionar pero su desorden emocional es evidente.

- El interrogatorio familiar de Sean. Allí los adultos observan la seguridad del niño ante su "propio" escritorio, el relato de detalles que sólo los adultos conocen, y la paulatina inseguridad de los adultos, en especial Anna.

- El paulatino deterioro de Joseph ante la competencia de Sean, que lo lleva finalmente a una explosión violenta durante un concierto particular mientras persigue a Sean.

- El primer encuentro de Anna y Sean en Central Park, precisamente en el lugar del deceso de Sean adulto.

- El extraordinario plano-secuencia donde Anna y Joseph llegan tarde a un concierto público y la cámara se queda "clavada" en el rostro de Anna / Nicole Kidman, para ver desfilar una serie de emociones contradictorias que el cinéfilo puede observar, ver y compartir. Esta sola secuencia basta para ver la maestría de Jonathan Glazer como cineasta.... Pero hay otras.




- Los dos encuentros entre Anna y Sean en la bañera. Sin ningún asomo de morbosidad o pornografía, en el primero comparten una familiaridad extraordinaría. El niño muestra una seriedad adulta que hace creíble a un posible Sean adulto. Anna / Kidman recorre emociones que van desde la desesperación hasta la ternura, de la esperanza del amor redivivo al tormento de la lógica.


- En el segundo "tinazo" Anna / Kidman explota con todo su amor contenido y un plan absurdo para resolver el problema; mientras que el niño, con la mayor seriedad del mundo, le confiesa su amor.


- La excelente escena de confrontación entre Anne Heche y Sean niño. Es el momento donde la historia da su giro definitivo frente al espectador para resolver la trama. Pero también el momento en que Anne Heche le da una intensidad dramática imprevista a su personaje, que vuelva en pantalla toda su frustración emocional y, curiosamente, contiene el único diálogo directo que apunta a una situación erótica posterior.

- El momento en que uno de los hermanos baja a la calle y observa como Anna y Sean se besan. No es una escena erótica ni sensual. El rostro de Anna / Kidman en ese momento tan intenso para el personaje es un espejo del alma del personaje.

- La escena final en la playa, donde Anna / Kidman muestra toda la devastación que ha sufrido interiormente durante el tiempo narrativo de la historia.

Y así, por el estilo, hay otras escenas magistrales de cine, que conviene que el espectador vea directamente en pantalla (pues seguramente en DVD-TV muchos detalles de realización no se observan a cabalidad y baja la intensidad dramática del film).


En la parte del guión destaca la construcción interior de las escenas y el manejo de los diálogos.

En la primera, cada escena está dosificada con presencia de personajes y participación. Cada uno tiene algo que decir respecto de Sean (que habla poco y preciso) en distintas ocasiones, pero no hay acuerdo: la perplejidad emocional de los adultos se desnuda una y otra vez frente al espectador. Este hecho acumulado hace que el espectador se cuestione a sí mismo que haría en un caso semejante, y lo lleva a cuestionarse mientras dura el film en la existencia o falsedad de la reencarnación como realidad posible.

El manejo de los diálogos es mesurado. Las escenas habladas entre muchos personajes están contrapunteadas con períodos de silencio y soledad, donde ven por las ventanas o deambulan por las calles. Es en ese momento donde la música aparece con un tema atractivo, pero en el fondo inquietante que angustia al espectador sin que lo note.


En cambio, el cinebasura opta por exagerar la acción sin lógica, se refugia en los diálogos excesivos que pretenden explicarlo todo sin decir nada substancial. Véase la diferencia entre los diálogos mesurados y significativos de Birth / Reencarnación contra los interminables blablablablablas de algunas cintas que los snobs consideran erróneamente "de culto" pero que sólo son "cinebasura".

La fotografía huye de los colores brillantes y los tonos vivos. No hay "primavera" sino "otoño e invierno". La obscuridad está presente, los tonos son apagados, como para remarcar la condición depresiva, desesperada, contenida, de Anna y los personajes principales.

Pero es la cámara la que aporta los rasgos artístico-técnicos más interesantes. Vuelve a moverse con la fluidez de los años 70, como los deliciosos "excesos" de Bertolucci, Wajda, Janscó o Szabó. Al igual que estos cineastas, Glazer hace que la cámara sea la presencia del espectador, pero además la mueve en el ámbito de los personajes creando verdaderos cuadros de movimiento.


El remate es la relación movimiento - fijeza de la cámara misma. Cuando la cámara se frena, es precisamente para encuadrar las caras de los personajes en close up muy cerrado (llamado técnicamente Big Close Up). Glazer apunta a la función que el close up tiene, por ejemplo, en las películas del sueco Ingmar Bergman: la cámara observa, interroga al personaje, y termina por convertirse en el puente emocional entre personaje y espectadores.

Para ello, la edición sostiene las tomas largas, donde el ojo no es golpeado por tomas de 1 a 2 segundos de duración. La edición de Birth / Resurrección es más pausada y deja que el ojo vea y mire. De ahí el espectador saca sus propias conclusiones y piensa; pero al mismo tiempo comparte las emociones de los personajes. El final del plano-secuencia del concierto público donde la cámara termina por "clavarse" en el rostro de Anna / Kidman es el ejemplo perfecto.

El resultado global de lo ya descrito es que Birth / Reencarnación es un film fuera de lo común, no comercial, pero que artísticamente se emparenta con un cine digno, que respeta al espectador, y apunta algunas soluciones fílmicas muy interesantes.

Por otro lado, el film es también el retrato de dos personajes interrelacionados. Poco nos asomamos al niño Sean en directo, pero las reacciones de Anna son un espejo de lo perturbadora que es la posibilidad de que un adulto encarnara en un niño. Las consecuencias de la existencia de la reencarnación, o la certeza de su imposibilidad se reflejan en el desastre contenido dentro de la psique y las emociones de Anna. Su vulnerabilidad amorosa, su fragilidad existencial, están proyectadas en pantalla con precisión. Es el espectador el que tiene la última palabra ante la tesis de una película desconcertante pero magistral; pero cualquiera que sea la decisión, Anna / Kidman se quedará como un recuerdo imborrable en la pantalla de la memoria.