26 junio 2016

Victoria Abril... bien vale todos sus abriles

Este julio, la actriz española cumple años consagrada como uno de los pilares del cine español contemporáneo e icono de su destape fílmico.

Francisco Peña.


Por culpa de distribuidores y exhibidores timoratos en México se le identifica sólo como una de las “chicas Almodóvar”, quizás de las más famosas junto con Penélope Cruz y Carmen Maura. Sin embargo, Victoria Abril es algo más que “el mes más cruel” de Almodóvar porque hacer brotar otros personajes en la tierra baldía que era el cine español, mezclando memoria y deseo, despertando raíces fílmicas marchitas con su lluvia personal de primavera.

Victoria Mérida Rojas, nacida en Madrid y criada en Málaga, conjugó el carácter castellano de su padre y el andaluz de su madre para crear su propia personalidad. El resultado: disciplina y voluntad aderezadas con alegría y sensibilidad artística plasmadas en el cine y en el canto.

Su amor por el cine no comenzó con el manchego Almodóvar sino con el director Vicente Aranda, con quien mantuvo hasta la muerte de él (2015) una relación profesional y de amistad por casi 40 años. El encuentro de ambos cortó su carrera como bailarina clásica y le abrió las puertas del cine con Cambio de Sexo (1977) donde Victoria interpreta a José María, un chico transexual de 17 años asediado por su padre que no acepta su orientación sexual, y que busca operarse para tener el sexo que le corresponde psicológicamente.


Aunque con Cambio de Sexo arrancó “tarde” su fama como actriz –a los 28 años-, desde entonces ha preferido personajes alternativos. Basta recordar Mater amatissima (Salgot, guión de Bigas Luna, 1980) donde es madre treintañera de un hijo autista, la cinta de culto La muchacha de las bragas de oro (Aranda, 1980) que toca el incesto, Las bicicletas son para el verano (Chavarri, 1984) ubicada durante la Guerra Civil, El Lute: camina o revienta (Aranda, 1987) hasta Oscar, una pasión surrealista (Fernández, 2008) donde personifica a Ana, mujer con un tumor cerebral terminal. En esta última, a diferencia del escandalito generado por algunos críticos gringos (puritanos consumidores de porno vía Internet) por el beso lésbico de Penélope Cruz-Scarlett Johansson en Vicky Cristina Barcelona (Allen, 2008), Victoria asume con naturalidad un beso sáfico con la actriz Emma Suárez para mostrar que el amor surge cuando quiere y con quien quiere.


Claro, hay que hablar de su presencia en la filmografía de Pedro Almodóvar en cuatro películas muy conocidas: La ley del deseo (1987), ¡Átame! (1990), Tacones lejanos (1991) y Kika (1993). En Kika es Andrea Caracortada, conductora de un programa amarillista sobre asesinos y violadores. Tiene diálogos excelentes del humor almodovariano como:

A: ¿Sabes qué ya no trabajo como psicóloga?
Nicholas (Peter Coyote): ¿No?
A: Ahora dirijo un programa de televisión.
N: Vaya cambio.
A: No te creas. Sigo rodeada de locos… y encantada.


Luego de entrar por la fuerza a una casa, dispararle en la pierna a Nicholas, le dice frenética (en el colmo del profesionalismo periodístico):

A: Imbécil. ¿Necesitas más pruebas de lo que soy capaz con tal de hacer una entrevista? ¡Es la primera vez que tengo delante a un asesino múltiple y juro que no voy a perder esta oportunidad!

En Kika, Victoria es una figura importante del universo almodovariano pero ya no es la principal. Para ver a Victoria en pleno hay que ver ¡Átame! y Tacones Lejanos. En ¡Átame! es la actriz de serie B Marina Osorio y, aparte de la clásica escena cómico-erótica donde juguetea en la tina con un buzo de plástico, despliega toda una gama de sentimientos en pantalla: desde el enojo durante el secuestro hasta la ternura de besos perdidos. Pero su escena inolvidable en esta cinta es el polvazo que se revienta con Banderas, donde despliega todo su erotismo de manera natural, sin aspavientos, hasta llegar a un orgasmo que la cámara atestigua con cierto pudor.



La actitud alternativa de la actriz se extiende a otros aspectos de su vida. A los 45 años recibió el premio “Mujeres sin Reglas”, en el Día Mundial de la Menopausia, para mostrar que la vida de una mujer no acaba con la fertilidad sino que comienza otra etapa positiva. A propósito del premio declaró: “El otoño es una estación tan bonita y tan fructuosa como puede ser la primavera. Recuperamos nuestra libertad, nuestros hijos ya crecen y ya se acabó eso de estar en casa haciendo de comer, y de no poder avanzar ni evolucionar en tu trabajo porque haces falta en casa. El marido, que te deje o que no te deje, eso también ya da igual a estas alturas. Eso de reglas, sin límites, es verdad. Me niego a ser material de desecho: a los 45 años empecé una nueva carrera, la musical. Ahora el rato que me queda quiero una contabilidad de horas de felicidad, de risas…”

Lo que da pie a su carrera como cantante. De su participación en la cinta Sin noticias de Dios (Díaz Yañez, 2001) podemos ver dos fragmentos: cuando canta “Meditación” (http://www.youtube.com/watch?v=d_RBVeiVBtI) y la melodía “I wanna be evil” (http://www.youtube.com/watch?v=zN_FpqK2Aw0). Las imágenes son un homenaje a las divas clásicas como Marilyn Monroe y (la segunda canción sobre todo) Rita Hayworth en Gilda (Charles Vidor, 1946). Aquí muestra su capacidad actoral para mimetizarse con otros iconos femeninos culturales de fama mundial. Del gusto por el bossa nova surge Putcheros do Brasil (2005), su primer CD; su homenaje a la música francesa se plasma en Olalá! (2007).


Siempre dueña de sus decisiones artísticas, abrió camino a las nuevas generaciones de actrices españolas. Aitana Sánchez-Gijón (otra maestra del cine), Penélope Cruz (¡claro!), Najwa Nimri (en la cima de su carrera) y Paz Vega (en pleno ascenso) son algunas de las que han tomado la estafeta de los personajes polémicos que ha empuñado la madrileña.

Como podemos ver, aunque sólo sea en las cuatro filmadas con Almodóvar, la actriz no es “el mes más cruel” sino el más versátil, que siempre sorprende con un golpe de timón, una nueva dirección. Hoy Victoria bien vale todos sus abriles.