04 enero 2016

Cinema Paradiso: espejo mágico del cine y del amor. De Giuseppe Tornatore

Para Dora María.
Estas líneas públicas en profundo agradecimiento a su gran amor, que en privado me ha dado día a día, en todos estos años.
Con todo mi corazón...

Y a su dulce memoria para mi angelito de Dios.
27/06/23.

Muchos años han pasado desde el estreno de la cinta de Giuseppe Tornatore en 1988, en los que cosechó premios como el Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera (1990) y el Gran Premio del Jurado en Cannes (1989).

Francisco Peña.


“La vida no es cómo la has visto en el cine. La vida… es más difícil”. Esta frase parece resumir el juego entre realidad y cine de Cinema Paradiso (Nuovo Cinema Paradiso, para el  Corte del Director), cinta de culto para cinéfilos y espectadores normales que la ven sin cansarse en dvd porque siguen reconociéndose a sí mismos en la película.

Este juego de proyección e identificación se debe a que Tornatore cimentó esta obra en dos ejes principales: una visión particular del “cine dentro del cine” junto con el melodrama fino, elegante, expresado en una historia de amor adolescente (el síndrome de la mujer perdida) que se frustra y tiene su epílogo agridulce en la edad adulta.


Ver los dos diferentes trailers, por ser de las dos versiones que existen.


El “cine dentro del cine”
Varias cintas, sobre todo de arte, han usado al mundo del cine como tema propio: presentan, analizan y critican el propio mundo que genera las películas. Algunos ejemplos son (Fellini, 1963), Todo en venta (Wajda, 1968), Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950) y La noche americana (Truffaut, 1973), entre otras. Pero la mayoría ve al cine desde la perspectiva del director como artista, como creador, o bien, el mundo del rodaje en estudio o locación. Pocas dirigen su mirada a las salas mismas, a la magia que se conjura entre película y espectador en la oscuridad. Son menos las que enfocan la figura del proyeccionista, héroe anónimo que controla —o perturba— el flujo hipnótico de las imágenes. Entre estas cintas está Splendor (sobre las salas de cine, Ettore Scola, 1989) y El proyeccionista / El círculo del poder (sobre el “cácaro” que le pasaba películas a Stalin en el Kremlin, Konchalovski, 1991).


Nuevo Cinema Paradiso, como se conoce al corte del director, ocupa un lugar único al unir estas dos vertientes. Por la parte del público, Salvatore Di Vita es el niño que se obsesiona con las películas, se sabe los diálogos de memoria, colecciona fotogramas: el cinéfilo perfecto. A su alrededor está el público que va al cine a soñar, emocionarse, vivir “otra vida” con lo que pasa en pantalla. Que levante la mano la persona que en su infancia o adolescencia NO se gastó el dinero de la leche o del mandado para entrar al cine (como cuenta Guillermo Cabrera Infante en Cine o Sardina, título revelador) o que NO emocionó hasta llorar, reír o apasionarse con una película.

¿Nadie? Sigamos.


Para darle vitalidad a este “cine dentro del cine”, Tornatore arma un maravilloso melodrama que revitaliza el prestigio de este género. Así surge la relación entre el proyeccionista Alfredo y el niño Salvatore, que culmina en la emotiva escena donde Alfredo proyecta Los bomberos de Viggiù (Mattoli, 1949), con el famoso cómico Totó, sobre una casa en la plaza del pueblo para el público que no pudo entrar. Luego la combina con la escena dramática del incendio donde Alfredo pierde la vista y es salvado por Totó, el niño “Salvatore”.

Totó en Los bomberos de Viggiù

Es un homenaje al público cinéfilo (que chifla, aplaude, llora, grita y se enamora en la oscuridad) y a los cines de pueblos pequeños, única diversión popular a la que pueden acceder todos. Al principio se trata de un cine parroquial (idea de Pío XII que creó una red de estos cines en Italia), lo que explica la censura de los besos, y que luego se transforma en cine privado que vive después el auge de los 60, la invasión de la tv, la ausencia de público y la transformación en cine de “basura erótica”.



En las funciones del Cinema Paradiso, Tornatore homenajea a figuras y cintas clásicas del cine italiano e internacional como Rita Hayworth, Renoir, Jean Gabin, La terra trema (Visconti), Chaplin, Brigitte Bardot, Il grido (Visconti), Lo que el viento se llevó, 7 novias para 7 hermanos, Casablanca y, en una larga secuencia, el popular melodrama italiano Catene/Cadenas (Matarazzo, 1949), cuyo equivalente mexicano sería la trilogía de Pepe el Toro con Pedro Infante.



Ese público normal, no intelectual, que ama al cine, es el que se reúne en la demolición del palacio de sueños que fue el Cinema Paradiso. Es un reconocimiento al papel que en nuestras vidas ha jugado el cine y que, por suerte, no está muerto, sino que se transforma tecnológicamente para aún ser parte de nuestras vidas.

La emotiva banda sonora de Ennio Morricone.
El amor y el cine, los temas del film, se entrelazan en la extraordinaria banda sonora que compuso Ennio Morricone. Cinema Paradiso es el imán musical con el que atrajo a su obra musical a toda una generación de espectador@s, en especial mujeres.



La primera generación, donde predominan los hombres, conoce su música con la Trilogía de El Hombre sin Nombre, que culmina con El Bueno, el Malo y El Feo. La siguiente generación que lo conoce de primera mano lo hace con La Misión. En Cinema Paradiso, se desdobla hacia el corazón femenino. Finalmente, la última generación que lo conoce por primera vez, de forma natural, lo hace con Malena (2000). El reconocimiento internacional a la obra de Morricone provoca que las nuevas generaciones ya conozcan de oídas su obra: es un contacto ya más cultural que natural. Quentin Tarantino es el promotor de este cambio de lo natural a lo cultural, de manera notoria en Kill Bill y como reconocimiento en su trabajo conjunto con el compositor en la banda sonora de Los odiosos ocho / The Hateful Eight (2015).

Tanto el homenaje al cine como, sobre todo, la historia de amor están acompañados por una de las mejores bandas musicales del cine. La nostalgia que genera la música de Ennio Morricone le da una fuerza emotiva indescriptible a la cinta; no podemos concebirla o verla desligada de su tema de amor, de sus melodías que ya forman parte de nosotros. Imposible.

El síndrome de la mujer perdida
Con la música de Morricone presente, el homenaje al cine de Cinema Paradiso se entrelaza hábilmente con la conmovedora historia de amor entre Salvatore y Elena (Agnese Nano cuando joven, la francesa Brigitte Fossey cuando adulta).


Agnese (Inés) Nano

De nuevo, que levante la mano quien no recuerde de forma agridulce ese amor de primaria o secundaria, quién que no se pregunte qué hubiera pasado si esa persona especial no se hubiera perdido en las brumas del tiempo, quien no se haya descubierto soñando de adulto con ese primer amor. ¿De nuevo nadie?



Alfredo se vuelve un demiurgo que influye en la relación entre los dos jóvenes, pero es un accidente de la vida el que separa a ambos personajes. El elemento esencial que restaura el Corte del Director es el encuentro amoroso de Salvatore y Elena ya adultos. Cómo en nuestra propia vida personal, l@s cinéfil@s romántic@s exigen respuesta a la recurrente pregunta “¿qué pasó?”.


Elena da la respuesta. Sí, aún hay amor pero está en el pasado; Alfredo no traicionó a Salvatore, sino que lo hizo consciente de la necesidad de emigrar. “Quizás fue el único que te entendió”: su obra fílmica no hubiera existido si se hubiera quedado en el pueblito. Finalmente el encuentro de ambos, que culmina sexualmente, es la cura al síndrome de la mujer perdida. “Ahora que pasó, no creo que habría final mejor”, le dice Elena.


Tiene razón, pero nosotros, como Salvatore, jamás estaremos totalmente de acuerdo con ella en este adiós que no borra la herida emocional, pero por fin la cicatriza.


A muchos años de su estreno, el mejor homenaje es ver otra vez Cinema Paradiso. Conserva su vitalidad porque sus personajes —donde nos reconocemos tod@s— están plasmados con un profundo humanismo que rebosa amor al cine y a l@s Otr@s. Rebasa su propio culto porque hoy captura a nuevas generaciones de soñadores, porque evoca la magia única del cine que puede crear un amor real… al calor de los besos más famosos en una emotiva proyección final.