30 agosto 2015

Super 8 Stories, de Emir Kusturica

Francisco Peña.

El documental Super 8 Stories, de Emir Kusturica, gustará a quienes conocen de antemano la obra del cineasta yugoslavo. Para quienes prefieren una narrativa más tradicional, está obra de Kusturica será motivo de aburrimiento o de abandono de la sala de cine.


El documental se refiere a la actividad musical del cineasta, que tiene un grupo muy “sui generis” de rock, que se emparenta con corrientes alternativas de corete europeo y una marcada influencia de la música gitana.

A esta música de su preferencia, que no se asemeja a la estadounidense o británica de este corte, Kusturica añade en el escenario una actitud lúdica e irreverente.



Así, el documental que ahora presenta, tiene ese espíritu anarquista semejante a su música. Es un documental estructuralmente: tiene entrevistas, la presentación de los miembros de su grupo de rock, canciones captadas en conciertos, ambiente preconciertos y la filmación de un videoclip (cine dentro del cine) cuyo resultado se ve al final de la cinta.

Pero Kusturica muestra una total libertad tanto en el concierto como en la realización. Se dedica a divertirse con sus amigos, a filmar con total libertad, como un juego, sin que le importe la coherencia de la cinta o su resultado final ante el espectador. Es un chacoteo, un “desmadre” fílmico compartido con sus amigos y ofrecido al espectador si quiere unirse o no al relajo (tampoco importa mucho si se sube al tren o se sale de la sala).


En ese sentido, el documental de Kusturica se proyecta con un sentido total del cotorreo, lúdico hasta sus últimas consecuencias, una de las cuales implica que el espectador pueda aburrirse si no se sintoniza con el ambiente que permea toda la película.

Aun así, el armado del documental es normal. Hay varias secuencias que se dedican a la presentación de cada uno de los miembros de su grupo de música que, insisto, no puede considerarse un rock en sus formas más conocidas en México, ya que tiene influencias poco conocidas en esta área geográfica. Esto lo saben los mismos músicos, ya que en algún momento llegan a declarar que la música gitana “es como nuestro blues”.

A esa presentación de cada uno de los músicos, Kusturica añade una sesión de fotos de cada uno mostrándolos con sus instrumentos. Pero cada foto es irreverente, juguetona y muestra que no se toman nada en serio. A eso le añade la presencia de un italiano, especie de crítico de arte, al cual se lo pitorrean de un hilo: cada vez que sale con su interpretación culterana de las fotos, le espetan en la cara la frase Va fa un culo.


Como ya se mencionó, la estructura del documental es clásica, ya que añade piezas tocadas en concierto, solos de los participantes, el ambiente antes y después de tocar en concierto, los viajes de ciudad en ciudad.

Lo interesante para el cinéfilo conocedor está en el manejo de la imagen, en el uso de recursos del cine que hacen que el título Super 8 Stories de la cinta sea perfecto en su descripción.

Kusturica mezcla imágenes en color y blanco y negro, este último con grano reventado al extremo. También usa constantemente la cámara en mano, en largos planos secuencia donde se mueve como otro participante, con imágenes consideradas “sucias” y paneos erráticos. Así, la cámara se convierte en otro instrumento del relajo, no sólo para captarlo entre los miembros de la banda sino como una participante más del desmadre fílmico que es Super 8.

Así, el concierto, las entrevistas y la manera en que se proyectan en pantalla se va convirtiendo en un relajo caótico como son las películas familiares que todos tienen en su casa. Esa informalidad de las películas caseras y familiares se reproduce paralelamente en la cinta de Kusturica, que se empapa de este tipo de “terminado amateur” por lo que en apariencia la cinta del yugoslavo busca cierta familiaridad con el espectador, donde pueda reconocerse.


Pero al igual que las películas caseras de todos nosotros (ahora hechas en video), que las vemos muy de vez en cuando, y nos produce flojera proyectarlas, así la cinta de Kusturica nos puede causar aburrimiento, a pesar de la libertad aparente con la que está realizada.

El relajo interminable, que se extiende por 90 largos minutos, puede desgastar al cinéfilo en su asiento. La narración no llega a ninguna parte más allá de que constata como se divierten Kusturica y sus cuates en los conciertos o filmando sus videoclips.

La novedad de las imágenes, del desmadre continuo, se desgasta ya desde la mitad de la cinta.

Además, como en este caso la música es más importante que la imagen, se tiene el problema de que la música del grupo nos queda un poco lejana. Si no se entra al goce musical no se entra al goce de las imágenes. Si se gusta de lo que toca Kusturica la cinta transcurre sin problemas.


Como se puede observar, lo mismo sucede con el humor que permea la cinta. Si entendemos las bromas del yugoslavo, muy metidas en su cultura regional, la cinta se hace ligera; si no se entienden sus referencias particulares, el aburrimiento se instala en las butacas.

Así, la película de Kusturica se convierte en un volado para el espectador. O le parece un documental jovial o siente la película “de güeva”.

Lo que le ocurra al espectador parece no ser motivo de preocupación para el cineasta. Es evidente que él, en particular, se divirtió mucho filmando. Si la diversión, el juego, lo lúdico, se extendió al cinéfilo ¡que mejor!. Si se aburrió, pues ni modo, que siga la fiesta, la fiesta de Kusturica.

Super 8 Stories es como un gran reventón al que caemos en medio de toda la pelotera. Los anfitriones están en su onda, y si nos divertimos o no, no es su preocupación. Ellos lo que hacen es abrir la puerta de la casa y lo que ocurra dependerá de nosotros, porque el objetivo esencial de esa fiesta (y de la cinta de Kusturica) es que los anfitriones (los músicos y Kusturica) se diviertan más que todos.

SUPER 8 / Super 8 Stories. Dirección: Emir Kusturica. País: Alemania-Italia. Año: 2001. Guión: Emir Kusturica. Fotografía en color: Emir Kusturica, Michel Amathieu, Chico de Luigi, Petar Popovic, Gianenrico Bianchi, Gerd Breiter, Frédéric Burgue, Pascal Caubère, Raimond Groebel, Thorsten Königs, Ratko Kusic, Dragan Radivojevic Lav, Darko Vucic, Stephan Schmidt. Música: No Smoking Orchestra. Edición: Svetolik Mica Zajc. Con: No Smoking Ochestra: Stribor Kusturica (batería), Zoran Marjanovic Ceda (percusiones), Goran Markovski Glava (bajo), Nenad Gajin Coce y Emir Kusturica (guitarras), Drazen Jankovic (teclados), Aleksandar Balaban (tuba), Nenad Petrovic (saxofón), Zoran Milosevic (acordeón), Dejan Sparavalo (violín), Nelle Karajilic (vocalista). Producción: Pandora Filmproduktion, Rasta Film, Cooperativa Edison, Fandango, Carlo Cresto-Dina, Raimond Goebel. Duración: 90 minutos. Distribución: Latina / Macondo.