25 enero 2015

Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs, de Miguel Cane

Un conjuro extraordinario

Francisco Peña.


Toda narración es mágica. Quien escribe evoca algo que está más allá, más acá o en la narración misma aunque su materia sea realidad o ficción. Quien escribe realiza un encantamiento frente a los ojos de sus lectores, a los que cautiva en la lectura.

El Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs es el conjuro más reciente de Miguel Cane. De nuevo su prosa conduce a sus lectores a revalorar una realidad a través de los sueños. De nuevo entreteje vidas, imágenes, frases, metáforas y juicios con su humor impecable para develar algo que no sabemos o confirmar lo que conocemos. De nuevo comprueba su calidad de escritor, su capacidad como crítico cinematográfico y, sobre todo, su destreza para invocar mundos y personajes en nuestra mente hasta que forman parte de nosotros. No sólo convoca estos tres aspectos sino que los unifica como nunca antes lo había hecho. Por primera vez aborda en un libro el tema del Cine con total libertad y placer (y se nota), equiparables sólo a su magnífica novela Todas las Fiestas de Mañana.


Asimismo reafirma en este libro que los mitos -que algunos consideran puras mentiras sin valor alguno- esconden verdades. Desde que Claude Levi-Strauss demostró en su Antropología Estructural que el pensamiento humano expresado en mitos no tiene nada de primitivo, ni de salvaje, ni de sencillo, sino que está profundamente estructurado y expresa significados profundos que representan a la realidad, las narraciones míticas han sido revaloradas.

Al conjuntar muchas de sus filias fílmicas y una que otra de sus fobias, Miguel Cane realiza precisamente esta operación en el campo estético del Cine: con un amor evidente revaloriza a muchas actrices, actores, directores, directoras y una cantidad increíble de películas. Lo hace mediante una prosa pulida, ligera y que fluye incesante en cada apartado del libro lo que, obvio, esconde un trabajo de escritura difícil: lograr la transparencia es lo que cuesta más esfuerzo.

Con estos dos ejes, mitos revalorados y escritura impecable, el autor se lanza a exponer sus amores cinematográficos y los comparte con nosotros. Cada apartado del diccionario, de la A a la Z, presenta a una persona única donde se entretejen vida pública, privada, películas y anécdotas. Con un poder de síntesis envidiable, Miguel Cane nos dice quién es quién y cómo es (o fue) alguien hasta hilvanar una serie de retratos existenciales, sorprendentes en muchos casos. Mezcla con creatividad la selección de datos relevantes con pinceladas de carácter de esa persona. De esta forma, la estructuración en Diccionario demuestra su conveniencia: aunque cada entrada tiene un estilo ágil que llama a leer sin interrupciones, se puede avanzar al ritmo que quiera el lector. Se puede leer –y releer- despacio pero con intensidad, como si se degustara un vino excelente.

Es así como el gran hechizo cinematográfico de Miguel Cane se desgrana ante nuestros ojos.

Y como todo embrujo que se respete se genera por etapas.

Por una parte tenemos a las figuras actuales del Cine que todos reconocemos como Anne Hathaway, Nicole Kidman, Cate Blanchett, Gwyneth Paltrow, Emma Thompson, Kate Winslet, Jodie Foster, Francis y Sofía Coppola, por ejemplo. Aquí los lectores sabemos de antemano quiénes son e interactuamos con mayor facilidad. Conocemos sus películas, algo de su privacidad y participamos de la invocación sin dificultades, casi como cómplices del autor.


También Miguel Cane habla de amores fílmicos que todos compartimos por ser parte de la historia del Cine. Aquí subraya a sus favoritas y favoritos, a sus amores preferidos y los comparte. Son casos como los de Mia Farrow, Woody Allen, Meryl Streep, Robert DeNiro, Dustin Hoffman, Marilyn Monroe, Martin Scorsese, Alfonso Cuarón, Dolores del Río, María Félix, entre otros. Aquí el autor convive con nosotros como amigos que comparten una plática y, de pronto, percibimos que el autor nos cuenta algo nuevo que no sabíamos y que llama poderosamente nuestra atención.


Conforme pasan las décadas y se adentra en la franja de los años 40 a los 70, Miguel Cane ejecuta una doble operación. Por un lado da a conocer a las recientes generaciones nacidas a partir de los 80 quiénes son algunas de las figuras imprescindibles para los nuevos amantes del cine. Aporta a los nuevos cinéfilos retratos precisos y humanos de gente como Francois Truffaut, Bette Davis (una de mis secciones favoritas y que recomiendo), Marlene Dietrich, Richard Burton, Orson Welles, John Ford, Jane Fonda, Rita Hayworth, Candice Bergen, Faye Dunaway, por mencionar algunos. Para los cinéfilos de mayor edad, parece que uno acaba de salir del Cine con un amigo entrañable que asistió con nosotros a ver películas en esos años.


Esta valiosa doble función para todas las generaciones cinéfilas puede ejemplificarse en el apartado de Michael Caine, donde a quienes lo conocieron por ser Alfred en el ciclo del Batman de Nolan les señala la existencia de cintas anteriores importantes (Alfie), y para quienes comenzaron antes les recuerda Zulu o El hombre que sería rey. Aun así, Miguel Cane se las ingenia con su memoria prodigiosa y su vasta cultura para aportar información desconocida y seguir con el embrujo, incluso con generaciones de mayor edad que él: es el caso trágico de Gene Tierney, por ejemplo. Aquí también se pueden incluir a Sean Connery, Olivia de Havilland, Los hermanos Marx, Elizabeth Taylor, Katherine Hepburn, Joan Crawford, Maggie Smith, Akira Kurosawa, Stanley Kubrick, Willian Wyler, George Cukor, Errol Flynn, Lupe Vélez, Barbara Stanwick, entre muchos otros.


Además, cuando lo considera conveniente, se da el lujo de entrelazar las vidas de varias personas, casi siempre en duplas de parejas o padres-hijos: John y Angelica Huston, Paul Newman y Joanne Woodward, Charles y Geraldine Chaplin, Francis y Sofía Coppola, Marcello y Chiara Mastroianni, Federico Fellini y Giulietta Massina. Esta presentación por parejas es uno de los hallazgos más divertidos y excitantes que encontrará el lector en el libro y que recomiendo abiertamente.


Pero, como buen mago, aún no termina de sorprendernos. Entrelazados en el libro hay varios “rescates”: personalidades que se han perdido en el tiempo, que las nuevas generaciones no conocen y las viejas han olvidado. Ahora sí, de manera personal le agradezco a Miguel que “reviva” en su Diccionario a Olivia Hussey, Dominique Sanda, Susannah York, Sandy Dennis, Pamela Franklin, Debra Winger y Katharine Ross. En casi todos los casos me he enterado de lo que ha pasado con ellas, o he revivido las imágenes donde las vi por primera vez. Ambas situaciones son invaluables y me han permitido hacer asociaciones con mi propio mundo fílmico. Un solo ejemplo: Katharine Ross, a quien en su momento vi en el estreno de The Stepford Wives, se casó con Sam Elliott, que personifica al Gral. John Buford en la cinta Gettysburg… y así por el estilo.

Olivia Hussey.

Otro hallazgo valioso entreverado en el Diccionario es la aparición de personajes de ficción, a quienes el autor selecciona con cuidado y amor para darles un estatus de “vida” en su cinefilia. Para todos es innegable que ciertos personajes se adentran más en nuestro corazón que los actores que los representan –con excepción de la última mencionada-. Sólo señalo a tres: Bambi, Roy Batty y, claro, no podía faltar una grande de la pantalla y a quien todos hubiéramos deseado que nos amara: Holly Golightly.


Finalmente están las entradas más especiales de todo el Diccionario: las más cercanas al corazón cinéfilo del autor y las más hermosas del libro. En ellas se nota con mayor precisión como entreteje su amor, su pasión, lo mejor de su estilo y conocimiento fílmico en una sola persona. De hecho, en el caso de algunas actrices, ellas desbordan su propio apartado y brotan inesperadamente en “la vida de los otros”. Cuando lean el libro pongan especial atención en Ingrid Bergman, Grace Kelly. Liv Ullmann y Catherine Deneuve. Con el estilo de Miguel de por medio representan los momentos más placenteros de lectura.


Claro, en el Diccionario hay algunos apartados con los que difiero. Hay personalidades, películas, historias donde sus juicios de valor son opuestos a los míos. Y no, no les voy a decir cuáles son. Hace años Miguel y yo hicimos nuestro el consejo del periodista Nelson Notario y siempre procuramos “buscar más lo que nos une que lo que nos separa” (y surgieron las conocidas “Visiones de…” donde en ocasiones exponemos las divergencias y las dejamos a decisión de los lectores).

Es un hecho que, precisamente en los puntos donde tenemos diferencias, observo con mayor claridad la capacidad que tiene Miguel Cane para “encantar”, generar un embrujo seductor que convenza a sus lectores. No se trata de manipulación porque su honestidad intelectual está por encima de cualquier especulación, ya que también se le conoce como un crítico objetivo implacable. En realidad se trata de su arte como narrador. Su prosa evoca mundos y nos lleva por laberintos donde sólo él conoce la salida. En ciertos momentos de la lectura descubro que no estoy de acuerdo con él pero estoy “encantado” y con mucho esfuerzo, lenta, pesadamente, regreso a mi propio marco de referencia cinematográfico y juicio fílmico.

Pero fiel a lo que nos une y no a lo que nos separa llego al apartado más brillante del libro de acuerdo a mi lectura. Tiene como fondo la ciudad de Nueva York, que me permite abundar en convergencias y divergencias con Miguel Cane. Entro en una digresión –Sol de la conversación según Lawrence Sterne-. Hijos cada uno de su tiempo, de sus décadas, la hemos recorrido de distintas formas. En ocasiones sus pasos iniciaron por sitios aledaños a Central Park, los míos casi siempre partieron de Beekman Place para recorrer la calle 51 hasta Primera Avenida e iniciar la diaria aventura en Manhattan –pasos que sólo ha recorrido otra persona, que coinciden delicadamente en la cuarta dimensión aunque con una diferencia insalvable, irrebatible, irrecuperable de 22 años en esta tercera dimensión-.


En el caso de Miguel y quien esto escribe, aunque hemos pasado por laberintos neoyorkinos diferentes también hemos coincidido en lugares de culto: mismos espacios, pero otros tiempos. Ambos lamentamos la desaparición de la librería Brentano’s, gozamos películas en el Bleecker Street Cinema, vimos El mundo de Cristina, de Andrew Wyeth –como otra persona vio La Noche Estrellada, de Van Gogh- en el mismo museo. Así también ambos coincidimos en el mismo espacio físico y cinematográfico ante el aparador de la joyería Tiffany con el fondo musical de “Moon River”. Y así como hemos divergido, también hemos comulgado –común unión- alrededor de Audrey Hepburn.


El apartado que escribe sobre Audrey Hepburn es el más brillante, tanto estilística como temáticamente. Tejido perfecto entre quién fue como persona y las mujeres que encarnó en pantalla al que se suma la devoción del escritor. Lo mejor del libro es cuando autor y ustedes lectores entran en sincronía total en el acto compartido del amor al cine. En honor a ese momento de escritura-lectura, cito por única vez palabras de Miguel: “Tantos rostros hermosos. Tantas mujeres distintas una de otra. Todas ellas Audrey.”


Como han notado en este recorrido, si me acompañan hasta este punto, el valor del Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs es Grande, a diferencia de su título. Es puente perfecto entre varias generaciones de cinéfilos, guiados por quien comparte con intensidad el amor al Séptimo Arte. En especial para las generaciones nuevas, el libro es una llave de oro que abre un todo mundo de nuevos conocimientos y sueños. Es como una cava única con vinos extraordinarios que nos ofrece sabores y aromas afrutados, secos, de tonalidades rubí… añejados con paciencia en la exclusiva mente y memoria de Miguel Cane.

Hay que degustarlo poco a poco, copa a copa, frase por frase… como un encantamiento que quisiéramos que no terminara nunca.


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Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs. Un altar portátil de la más varia idolatría cinematográfica, de Miguel Cane. Publicado por La Biblioteca del Pájaro Dodo, 2013. Ed. Impedimenta (www.impedimenta.es)

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