09 enero 2015

El (falso) fan de El Santo

Francisco Peña.
"¡Santo, Santo, Santo, Santo!" Los fanáticos se congregaban alrededor del encordado para celebrar el triunfo de su ídolo: Santo, el enmascarado de plata. En la lona quedaba sembrado su más reciente rival luego de tres palmadas de rigor del referi.


Este coro siguió al luchador a la cima del gusto popular. Desde su retiro, pocos han gozado de tal devoción. Como resultado de su fama (y ganancias empresariales en las arenas), El Santo ejecutó un salto mortal hacia otros horizontes: cine y fotonovela vendida como cómic. Hizo más de 50 películas entre los años 60 y 80, de culto para sus fanáticos genuinos provenientes del deporte. También pegó fuerte entre el público popular que iba al cine a divertirse.


Pero surgido como hongo venenoso, en las franjas oscuras de la filmopatía y la pseudocinefilia, aparece el falso fan de El Santo. Un perfil muy definido que lo separa de los auténticos seguidores del luchador, aunque pretende disfrazarse de tal con el manejo de la trivia cinematográfica. Comparte con los fans populares algunos datos comunes: El Santo (Roberto Guzmán Huerta) nació el 23 de septiembre de 1917 en Tulancingo, Hidalgo. Perdió su última lucha con la muerte el 5 de febrero de 1984, al fallecer de un paro cardíaco. Hasta allí llega el terreno común.


El auténtico seguidor de El Santo sabe que su apogeo cinematográfico se debe a una circunstancia específica. En los 50 la lucha libre se transmitía por TV en horario estelar, hasta que ocurrieron algunos accidentes fatales entre niños que emulaban a sus luchadores consentidos. La lucha libre salió de la TV y se redujo a las arenas del DF y provincia. Allí, junto con El Santo, reinaron el Cavernario Galindo, Gori Guerrero, Wolf Rubinski, la Tonina Jackson, Huracán Ramírez, Blue Demon y un caballero dentro y fuera del encordado: Enrique Llanes, después cronista deportivo.

Los productores de cine olfatearon que el público popular (de matinés y cine "de piojito") extrañaba la lucha libre. Negociazo seguro: llevaron algo de lucha a las pantallas con historias y producciones hechas al vapor encabezadas por El Santo. Así surgió en 1961 Santo contra los monstruos, la primera de la serie que se extendió hasta 1982 con La furia de los karatecas.


A los productores sólo les interesaban las ganancias en taquilla. Frente a la necesidad de diversión del pueblo, auténtica y válida, generaron cinebasura de pésima calidad en cantidades industriales, arrojadas a la pantalla como si fueran memelas. En su momento, El Santo apareció hasta en tres películas al año. La fórmula era casi siempre la misma: Héroe (con variantes de agente secreto, vigilante y otras) enfrenta al Mal encarnado por monstruos, extraterrestres, científicos locos, vampiros y vampiras, zombies, mujeres lobo y todos los villanos posibles del cinebasura. Santo estaba rodeado de mujeres bellas y villanas porque las "buenas" eran intransigentemente decentes y vestidas hasta el cuello. Se filmaban dos versiones: una sin desnudos para consumo mexicano familiar, otra llena de encueradas para exportación internacional: ¡adios decencia intransigente!


Para los 70 el género de luchadores entró en decadencia con variaciones para exprimir lo que quedaba en taquilla. Al Santo se sumaron personajes y situaciones para crear verdaderos muéganos cinematográficos. Entre otros, llegó Blue Demon (S&BD contra los monstruos, 1970; S contra BD en la Atlántida, 1970; S&BD contra Drácula y el Hombre Lobo, 1973; S&BD contra el Dr. Frankenstein, 1976). Otros ejemplos: Santo contra Capulina (1969) y Santo y la Tigresa -Irma Serrano- en 1973). Todas infumables y varias salpicadas con rigurosos 10 minutos de lucha libre: una sola caída máscara VS cabellera como sucedáneo de la arena real.


Al churrigueresco falso fan de El Santo no le interesa lo anterior (ni nada que se refiera a Blue Demon, claro). Su filmopatía desprecia la historia popular de la lucha libre (y al fan genuino que la vive) para concentrarse sólo en el imaginario fílmico (hoy en DVD). Habita o cafetea por Satélite, Condesa o Roma en busca de cinéfilos ingenuos para hacerlos víctimas de su "saber cinebasuresco". Presume sus 4 mil DVD de chile, limón y manteca de su videoteca personal, con lo que se cree autorizado a saber "de tocho morocho" de cine (aunque haya visto sólo 200).

El falso fan de El Santo (fraude verdadero en cine) jamás ha puesto un pie (ni lo pondrá) en arenas como la México, Coliseo o Nezayork porque "apestan" y están "llenas de nacos". Es incapaz de distinguir los estilos de lucha de la AAA frente al CMLL, no diferencía entre llaves como La Tapatía o el prohibido Martinete. No sigue la evolución de la lucha libre: El Hijo de El Santo tiene un estilo más aéreo y con menos "llaveo" que el de su padre. Jamás da color si es técnico o rudo de corazón (¿¡qué es eso!?). Olvídense de que conozca algo de Místico, El Satánico, Cibernético o Atlantis. Desprecia todo un mundo: la lucha femenil. Dice que le parece "poco femenina" y aborrece las epopeyas de Martha Villalobos (¡salve, rudísima!) o Lady Apache.

No, su especialidad es apantallar cinéfil@s.

Frente a quiénes no gustan o no les interesan para nada las películas de El Santo argumenta que en Francia redescubrieron las cintas del luchador mexicano. Lo que oculta (o ignora) es que, a mediados de los 60, se exhibía una que otra copia en el IDHEC (Instituto de Altos Estudios Cinematográficos) como muestra de errores de lenguaje cinematográfico; de allí se generó una broma intelectual mítica.

El falso fan de El Santo dice que le gustan esas películas porque le divierten (¿quién no, con esos absurdos fílmicos?) pero justifica culteranamente su preferencia: juega con las preposiciones al decir "me río 'con' El Santo, no me río 'de' el Santo". La diferencia que enarbola se desvanece si se sigue su juego hasta el final: "me río ante, contra, para, por, según, tras... El Santo”, etc.

Con su filmopatía por el cinebasura a cuestas, argumenta que Santo contra las Momias de Guanajuato es mil veces mejor que Santo contra las lobas (incluida Tamara Garina, la "Bruja Maldita") aunque en realidad sean semejantes en la fórmula: desprecia a cinéfilos y críticos que no distinguen "la delgada línea roja" que él establece entre ambas cintas. Sabe que al Santo le doblaban la voz en cada película, pero no que el actor de carácter Víctor Alcocer se encargaba de ese trabajo.

En síntesis, este personaje es sólo un snob contaminante que oculta su filmopatía cinebasuresca: el falso fan de El Santo.

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Nunca he sido fanático, falso o verdadero, de las cintas de El Santo. Me parecen una pérdida de recursos fílmicos y de tiempo personal. Sin embargo, entiendo por qué es un ídolo popular y deportivo aún después de su muerte. En lugar de verlas, prefiero irme a gayola en la México y gritar en favor de mis luchadores favoritos: Superporky (o Brazo de Plata, pues, cuando es rudo), Emilio Charles (idem) y la Parka (idem) mientras zarandean a Atlantis. Me gusta más el espectáculo en vivo y a todo color y no en DVD blanco y negro. ¡Si, soy del bando rudo, y qué!